Versos para derribar muros


Versos para derribar muros
Antología poética por Palestina
Poesía
VV.AA.
Edición y prólogo de Ana Patricia Santaella
e Inmaculada Calderón
Los libros de Umsaloua
Sevilla, España
2009
 
PRÓLOGO AL PROYECTO

Coincidiendo con el vigésimo aniversario del derribo del miro berlinés, símbolo flamante entonces de estrenada libertad, la editorial "Los Libros de Umsaloua", dirigida por la poeta Inmaculada Calderón, y yo recordamos al otro Muro (al palestino) y nos lanzamos sin demoras injustificables, y sin titubeos perezosos, a la tarea fascinante de agrupar bajo el paraguas solidario de las páginas de este libro cerca de un centenar de poemas dedicados a Gaza y a la dignidad ejemplar del pueblo palestino, escritos desde la convicción y la certeza de que cualquier individualidad constante y activa puede sin duda aportar e influir en el despertar de una toma de conciencia crítica y responsable ante cualquier muro vergonzoso que atrape en su interior desigualdades, torturas y abusos manifiestos de poder.

Pero dicha tarea sería imposible sin contar, como es nuestro caso, con distintas ONGs, muy especialmente MZC ("Mujeres en Zonas en Conflicto"), que educan, sensibilizan y cooperan en distintos puntos del planeta, capacitando a las mujeres más desfavorables y mejorando las condiciones de las comunidades locales atendidas. Agradecemos de manera especial el coraje, entusiasmo y dedicación de Chely Caballero en su quehacer diario y en el proyecto de este libro y valoramos la participación desinteresada de artistas y poetas, y de todas las personas en general, en este mosaico entusiasta y cooperativo.

Otro mundo es sencillamente posible alzando nuestros versos, entonando canciones, extremando la verdad, alfabetizando adrede la miseria e, indudablemente, desarrollando sin tardanza la empatía.

Ana Patricia Santaella Pahlén.
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PRÓLOGO A LA PRESENTE EDICIÓN


No sé si fueron los hados del destino, o la baraka de aquellas tierras que Ana Patricia Santaella y yo nos conociéramos entre las alas de esa hamama albaida que es Tetuán; y que, de entre todos los participantes en aquellas mágicas e inolvidables jornadas de amistad y poesía, nos eligiéramos las dos para regalarnos nuestras obras. Cuando lo hicimos, bajando por la cuesta de la alcazaba, entre los árboles del parque y con el monte Dersa por testigo, tampoco imaginábamos, al menos yo no imaginaba, que con ese simple gesto de intercambiar unos libros, estábamos plantando la semilla de lo que, semanas más tarde, sería una frutífera y gozosa colaboración.
Desde hacía meses, por la cabeza de Ana rondaba una idea, un proyecto que había surgido a raíz de las movilizaciones de artistas y poetas que a principios del 2009, con motivos de los ataques israelíes a Gaza, habían tenido lugar en diversas ciudades, entre ellas, Córdoba. Y la idea no era otra que, contando con la colaboración de cuantos poetas estuvieran dispuestos a contribuir, elaborar una antología cuyos beneficios fueran destinados a llevar ayuda humanitaria a tan castigados territorios. Por eso, tras nuestro encuentro, pensó que tal vez en "Los Libros de Umsaloua" podía encontrar la editorial que diera forma al proyecto que con tanto cariño acariciaba.
Así fue como, tras su propuesta, comenzamos una corta pero intensa colaboración. A mí, la idea de la antología me tocaba la fibra sensible: como amante de la libertad, el drama de cualquier pueblo oprimido siempre me ha golpeado la conciencia, pero desde que en mi casa los sonidos suaves de mi andaluz materno se entremezclan con los guturales fonemas del árabe la causa palestina ha adquirido primordial relevancia, y, en más de una ocasión, me he sorprendido viendo el reflejo del rostro de mis hijos en las miradas tristes y asustadas de los niños de Gaza.
Lo primero era contactar con autores dispuestos a cedernos un poema. El tiempo apremiaba y el plazo para la presentación de las obras habría de ser muy corto. Aún así nos sorprendió la respuesta, tanto que en un momento llegamos a sentirnos abrumadas: llegaban correos de todos los puntos del país, de todas las comunidades y autonomías; en los diversos grupos y tertulias poéticas se estaba corriendo la voz; autores y autoras nos recomendaban a colegas... María do Sameiro tomó la antorcha en Portugal y, a su convocatoria, han acudido prestigiosos autores del país vecino, que con sus versos, vienen a enriquecer la antología; de Marruecos nos han llegado los aforismos del poeta y novelista Abdelmajid Benjelloun; y también de Argentina se han unido varias voces a esta antología.
El resultado ha sido una obra coral, variada en cuanto a tonos, edades, poéticas y hasta lenguas, pero unánime en su sentir y en su percepción de la poesía como instrumento contra la atrocidad, la palabra esgrimida como única arma válida con la que unos versos pueden, frente a las bombas y la metralla, hacer brotar la cordura donde sólo hay sinrazón:

"Tendamos la palabra
para estrechar horizontes
hasta hacer brotar el manantial de la razón".
La tragedia del pueblo palestino es para muchos de nuestros autores negra agonía, la franja geográfica se torna brecha oscura, sima en la que, desgraciadamente, los símiles y metáforas infernales no son tales, sino cruda y sangrante realidad:

"La agonía se hacina en una franja oscura.
Huele a sangre y a arsénico;
relinchan los caballos".
Mientras que Francisco Basallote, con tono semítico de salmodia, prefiere enumerar la destrucción que, a base de cotidianidad, se transforma casi en heredado sino, y cantar con acentos de bíblica lamentación:

"Arde mi casa,
la casa de mis padres,
la higuera de mi abuelo,
el pozo de Hasbin, padre de mi abuelo,
la parra que sembró
Sayed el abuelo de mi abuelo,
la tierra de mi casa".
Pero, no nos podemos olvidar de los niños, esos niños palestinos que se asoman a los informativos para encogernos el alma con sus ojos de noche oscura y sus gestos precozmente maduros, como Abu jugando entre las bombas a los castillos de arena, o la niña que porta un bidón de agua en equilibrio sobre su infantil cabeza, o esos otros que rebuscan baratijas entre los escombros; niñas desoladas ante la destrucción de su humilde escuela, o esos que se adivinan en un poema alzando sus cometas al viento como embajadoras esperanzadas de un deseo que se presiente tan delicado y débil, tan sutil como esa paz de la que otro de los poetas nos habla:

"La paz es un hilo fucsia
que se desliza por la mejilla
de un niño en la Franja de Gaza".

Mas en otras ocasiones, dejando atrás la inocencia y la ternura, los versos se transforman en irónico aguijón para clavarse con la saeta de la autocrítica en la conciencia a veces dormida de los propios artistas y creadores:

"He -haí- a los poetas de Madrid metidos en
-divertidísimas-
lecturas
(y perfomances: claro está) Y a los niños de Gaza
montados en burros pintados de cebras..."

Se clama y reclama con ello una poesía diferente, una poesía que sirva de revulsivo, que taladre y repiquetee las conciencias, una poesía constructora a la vez que destructora, arma y alma, casa pero nunca muro.

Versos para derribar muros
, ingenua pretensión dirían algunos. Somos conscientes de nuestra pequeñez delante de las grandes potencias que mueven el mundo, pero también lo somos de nuestra responsabilidad si, amparados en esa pequeñez, no alzamos nuestras voces contra la barbarie y dejamos que se apodere de nosotros un silencio cómplice. Sabemos que no es utopía, que los muros caen. La historia reciente nos lo demuestra. Y cuando, esperemos que pronto inshallah, suceda lo propio en Palestina, querremos pensar que al menos un trozo diminuto de piedra se ha derrumbado por nuestro envite. Pero mientras tanto nos seguiremos preguntando:

"¿Quién reconstruirá amapolas sobre los muertos;
quién sembrará esperanzas en los hijos del odio?"

Inmaculada Calderón
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Compra este libro solidario y ayuda a las vítimas civiles de la guerra en Palestina.


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