A Víctor Jara


A Víctor Jara
Poesía e ilustraciones
VV. AA.
Coordinado por Xabier Susperregi
Biblioteca de las Grandes Naciones
Oiartzun, País Vasco, España
2019

CÓMO LEER ESTE LIBRO MUSICALIZADO

Ciertamente es todo un honor en el homenaje a nuestro admirado Víctor Jara, poder contar con la música y las canciones del propio Víctor. Cuando lleguemos a la primera canción: “Te recuerdo Amanda”, haremos click en el título y la primera vez te dirige a la página gratuita de Spotify. Tienes que darle a “Registrarte”. Rellenar los datos que te piden y dar de nuevo a “Registrarte”.

Ahora ya estás listo para escuchar música en Spotify libremente. Cuando pinchemos nuevamente en “Te recuerdo Amanda”, se abre una pestaña donde empiezas a escuchar la canción.

Al terminar la melodía podremos cerrar la pestaña para que no siga
sonando música y se volverá a abrir cuando en el libro nos encontremos la siguiente canción y hagamos click en ella.

Xabier Susperregi


BREVE RETRATO DE VÍCTOR JARA

Hablar de un personaje histórico y más aún, mártir de la brutalidad de los militares golpistas en el Chile de 1973, resulta complicado, porque el personaje real y humano que hay detrás del icono, se diluye. Desaparece. Todo el mundo lo recuerda como un cantor comprometido con la realidad social chilena a quien masacraron los militares, pero poco a poco se va aclarando como el personaje que además de ser un militante, fue también un artista, un hombre culto y educado, me refiero a alguien profesional y universitario, hombre de teatro, director, profesor y actor en ese dominio, relacionado con la alta esfera del PC, miembro de la comisión de cultura del comité central.

Aparentemente se trataba de un humilde hijo de campesinos de Lonquén, y tal vez lo fue, pero eso era como una carta de presentación en un mundo supuestamente folklórico y popular de los años sesenta, cuando hacía parte del conjunto “Cuncumén”.

Las primeras veces que lo vi fue en ese contexto. Creo que en el año 63 durante la campaña presidencial del FRAP que llevaba a Salvador Allende de candidato. Y también el 64 en el “Teatro Silvia Piñeiro” que después fue el IEM y actualmente el cine Normandie. Ahí con “Cuncumén” en una presentación de “Chile ríe y canta” dirigido por René Largo Farías.

Creo que ese año comencé a frecuentar la “Peña de los Parra” y ahí lo vi el 65 ya como solista.

El 66 habíamos fundado “Quilapayún” con los dos hermanos Carrasco, Numhauser y yo, Patricio Castillo. Y luego de nuestro primer ensayo, dado el entusiasmo que teníamos, fuimos a la Peña a pedirle a Ángel Parra que nos dirigiera, pero este no quiso y nos recomendó a Rolando Alarcón. Tampoco quiso y nos dijo pídanle a Víctor…

Ahí empezó mi trabajo con Víctor Jara hasta el año 73. Primero como miembro de “Quilapayún”, y, después como Patricio Castillo.

Por esta razón puedo dar fe de haberlo conocido personalmente, tanto como músico y cantor, tanto como ser humano.

Las músicas y canciones que trabajamos juntos son muchas. Casi toda su última producción. Me refiero a lo que no era folklore, sino composición autoral firmada. O sea de autor conocido.

Cómo era Víctor Jara:
Profesionalmente un personaje exigente y un poco vanidoso. De genio bastante cambiante, lo recuerdo a veces muy feliz, radiante y sonriente y otras veces encerrado en sí mismo, arisco y poco comunicativo. De hecho no soy el único que lo recuerda así. Pero era justo, y en ese sentido se podían solucionar todos los enredos que producía su carácter cambiante. Nosotros trabajábamos generalmente en su casa o en la mía y bastante solos. Es decir, en producciones como la “Plegaria a un labrador”, una de sus canciones más conocidas gracias a la interpretación de “Quilapayún”, trabajamos la composición del tema solo nosotros dos, en mi casa. Y luego se la contamos a “los quila”, en el taller de ensayo que estaba también en mi casa. Otras en su casa, como “Aquí me quedo” con un poema de Neruda, o “Manifiesto” o “Angelita Huenumán”, y otras en los estudios del canal 9 de TV de la U de Chile en esa época, como “Charagua” que después grabó el conjunto “Inti Illimani”, o “La partida” cuyo charango compuse integralmente antes que Víctor le pusiera la melodía en tiple. Y otras que trabajé solo en mi casa, como las guitarras de “Ventolera” y, luego confrontábamos las ideas y resolvíamos qué hacer. La verdad con Jara improvisamos muchísimo y de ahí salieron temas importantes, como “El derecho de vivir en paz” que grabamos y presentamos junto a “Los Blops”.
Pero eso es en cuanto a metodología de trabajo. Hay otras obras que son más complejas que pertenecían a otro tipo de producción más académico, como “La doncella encantada” que hacía parte de una música de ballet “Los siete estados”, obra que nunca se estrenó y que abortó a causa del golpe de estado.

En ese contexto musical era en el cual nos encontrábamos con Víctor Jara: El conservatorio en calle Compañía, La casa de la cultura de Ñuñoa, el taller de ensayo y nuestras propias casas. Y más tarde, a partir del 72 como colegas en la “Peña de los Parra” cuando pasé a ser parte del elenco como acompañante de Isabel. De hecho nos veíamos mucho en la peña desde antes, porque en un momento hice parte del conjunto “Los de la peña” que después se llamaron “Los Curacas”.

Víctor era personalmente como sus canciones. Yo pienso que el actuó siempre con un sentido ético profundo en el cual lo que decía en sus textos era lo que pensaba y practicaba como línea de conducta. Comunista determinado y convencido, lo suyo era más que una militancia, era un modo de vida y por eso, el día del golpe se encontraba en la UTE que era el lugar donde debíamos trabajar ese día, en el contexto del acto en que Salvador Allende anunciaría un referéndum según el cual él seguiría o no en el gobierno.

Otro aspecto que revela esa calidad de persona es la voluntad puesta al servicio del proyecto UP, que en realidad llevábamos todos, ese convencimiento de estar construyendo verdaderamente una nueva sociedad, y de estar como proyectados en el futuro: Se tradujo esto en una labor cultural mayor y a todo nivel, pero al mismo tiempo y cuando las cosas fueron adversas y hubo que ponerle el hombro, allí estábamos, cargando sacos de papas o de azúcar para cargar los camiones del MOPARE para que hubiera abastecimiento de artículos de primera necesidad que los camioneros financiados por la CIA habían desertado como responsabilidad.

Mucho se ha hablado de Jara, la mayoría de las cosas que se han dicho son míticas. Se alejan de la realidad del personaje o se quedan en la mera farándula, tan apreciada por el público chileno. Muchas de esas historietas, fueron inventadas además por los esbirros de la dictadura y echadas a correr como verdades para justificar su asesinato.

Jara fue un hombre de gran talento, pero un hombre al fin y al cabo, con sus virtudes y sus defectos como cualquier ser humano. No fue un héroe, fue un mártir. Pero sobre todo fue alguien que soñó un futuro mejor y más justo, junto con todo un pueblo que quería lo mismo que él y que puso toda su entereza y luchó con las armas que eran las suyas, la guitarra, el canto, y el teatro para lograrlo.

Y por causa de esto, lo asesinaron los esbirros de la dictadura instalada por la CIA y los magnates chilenos.

París 2 de junio de 2019.

Patricio Castillo

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